Piensa en esto: cuando te regalan un celular te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un celular, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, con gps y tecnología wi-fi, no te regalan solamente un agente de comunicación que llevarás contigo mismo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que mantener al lado de tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose del ánfora de tu pantalón. Te regalan la necesidad de enchufarlo todos los días, la obligación de pagar el saldo para que siga siendo un celular; te regalan la obsesión de atenderlo a la búsqueda de algún sms, de una llamada perdida o de un mensaje del twitter. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, con más funcionalidades y nuevas tecnologías, te regalan la tendencia de comparar tu celular con los demás celulares. No te regalan un celular, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del celular.
Una modificación al magnífico texto de Cortázar. La cultura del consumo no ha cambiado mucho, ¿o sí?
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Tú eres el regalado para el cumpleaños del celular
martes, 30 de marzo de 2010
Terroristas de la escritura
Encontrábame yo un lunes por la tarde escribiendo en mi block de notas poemas de retaguardia, de flacura y de madera, frases inconexas y pequeñas lontananzas en uncentro comercial (no son ustedes los únicos en preguntarse qué hacía yo ahí, yo también me lo pregunto); cuando en esquizofrénica cobardía la autoridad dijo:
-No puede hacer usted aquí eso
-¿Hacer qué?
-Hacer eso que está haciendo.
-¿Escribir?
-Sí, vaya a otro lugar.
-Mj.
Y haciendo un gesto de civilizada cordialidad me levanté de mi banca en busca de otro recinto para escribir. si me preguntan, diré que fue mi barba y el hecho de que yo escribiera lo que motivó a aquel policía a decirme que me fuera. ¡Que hecho más colorido representarme tan dispar dentro de esa peregrina multitud de los centros comerciales!; nosotros somos los terroristas de escritura.
-No puede hacer usted aquí eso
-¿Hacer qué?
-Hacer eso que está haciendo.
-¿Escribir?
-Sí, vaya a otro lugar.
-Mj.
Y haciendo un gesto de civilizada cordialidad me levanté de mi banca en busca de otro recinto para escribir. si me preguntan, diré que fue mi barba y el hecho de que yo escribiera lo que motivó a aquel policía a decirme que me fuera. ¡Que hecho más colorido representarme tan dispar dentro de esa peregrina multitud de los centros comerciales!; nosotros somos los terroristas de escritura.
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